sábado, 28 de junio de 2014

Lectura: "La cena secreta" de Javier Sierra.




Sinopsis.- Es el año 1497 y acaba de morir Beatriz de Este y Leonardo se encuentra pintando por encargo del marido de ésta, Ludovico Sforza, el “Moro” “La última cena”, con el objeto de decorar el refectorio, una ampliación del convento de Santa Maria delle Grazie en Milán, que pretende que sea el mausoleo familiar. Aparecen unas cartas anónimas en la corte del papa Alejandro VI (cuyo papado rayaba en la depravación) donde se denuncia que el maestro Leonardo Da Vinci no ha pintado a Jesús con su halo de santidad y se ha retratado a sí mismo en el rostro de Judas Tadeo dando la espalda a Jesucristo. Será Fray Agustín Leyre, un inquisidor dominico, quien tendrá la misión de averiguar la identidad del autor de dichas cartas.

AUTOR.- Javier Sierra Albert (Teruel, 11 de agosto de 1971) es un periodista, escritor e investigador español. Durante los últimos años ha centrado sus esfuerzos en investigar los enigmas del pasado y los misterios históricos nunca aclarados, teniendo sus novelas como propósito común, resolverlos. Otras de sus novelas son: “El maestro del Prado”, “El ángel perdido”, “La dama azul”, “El secreto egipcio de Napoleón” y “Las puertas templarias”. También ha escrito ensayos como “La ruta prohibida y otros enigmas de la historia”, “En busca de la Edad de Oro”, “La España extraña” y “Roswell: secreto de Estado”.

ESTILO.- Quien cuenta esta historia es el dominico Agustín Leyre en primera persona.

Al final del libro hay un listado alfabético de todos los personajes que aparecen en la obra, reales o ficticios, para que podamos saber lo más relevante de ellos y poderlos situarlos en su contexto histórico.

El lenguaje utilizado es sencillo y se entiende perfectamente. Solamente recomiendo que antes de abordar esta lectura se realice una investigación previa de las principales características del catarismo para entender la historia en toda su extensión.

Y es que en el trasfondo de la intriga nos encontraremos con la secta de los cátaros, un movimiento religioso que se propagó por Europa Occidental a mediados del siglo X cuyos adeptos era conocidos como bonhommes u hombres puros. Dentro de sus prácticas abogaban por una vida de férreo ascetismo, una estricta castidad pues consideraban el sexo y el cuerpo como algo satánico y no comían carne porque procedía del coito (eran vegetarianos), en cambio comían pescado porque pensaban que los peces carecían de actividad sexual. Creían en la reencarnación. No creían que hubiera que cumplir ningún precepto específico, bastaba con amar. Su única oración era el padrenuestro. Abominaban de la cruz como símbolo de fe ya que la consideraban el instrumento de tortura en el que Jesús entregó su vida.

Los católicos ortodoxos relacionaron esta obra con los cátaros o albigenses ya que Leonardo Da Vinci aparentaba ser seguidor de sus prácticas. Y es que tanto la vida de Da Vinci como su obra se consideraron excéntricas en su tiempo. Era un hombre alto y fuerte, siempre vestía de blanco, nunca se le conoció pareja ni masculina ni femenina y tampoco se le vio comer carne. En cuanto a su faceta de artista nunca pintó una crucifixión, síntoma éste de que no asumiera la cruz como símbolo religioso.

Algunas de las anomalías que encontraron en este cuadro son, por ejemplo, que no está sobre la mesa el Santo Grial, Jesús no se representa  realizando el sacramento de la Eucaristía porque no hay apenas pan, tampoco hay cordero sino pescado (el símbolo cristiano más antiguo que se conoce), naranjas y un poco de vino. El gesto que realiza con las manos se parece más a una imposición, gesto muy parecido al único sacramento que los cátaros administraban, el Consolamentum (una especie de bautismo, comunión y extremaunción juntas que no precisaba agua y que requería algunas palabras y el Evangelio de San Juan). Además, algunos de los discípulos son retratos de heterodoxos de la época y la actitud de los Doce en la composición no refleja lo que narran los Evangelios, así, Juan no apoya su cabeza sobre el pecho de Jesús como dice el Nuevo Testamento sino que parece alejarse de él.

Tal y como está dispuesta esta pintura sobre la pared y respecto del suelo cuyas dimensiones son enormes (460 cm x 880 cm), todo aquel que acude a visitarla se coloca bajo la persona de Jesús y recibe de él consuelo, no Eucaristía. Para los cátaros lo que el Salvador instauró esa noche fue un sacramento más relevante. Este es el misterio que parece que Leonardo quiso reflejar a modo de acertijo y que puso a la vista de todos porque, según muchos, Leonardo no pintaba, escribía con imágenes usando una técnica ancestral conocida como “el arte de la memoria”.

En cuanto al análisis técnico de esta obra, también conocida como El Cenacolo que Leonardo realizó entre los años 1495-1497, decir que se trata de una pintura al fresco realizada con témpera y óleo sobre una preparación de yeso. Esta técnica dio problemas desde el principio en cuanto a su mantenimiento y durabilidad por lo que a lo largo del tiempo ha sufrido toda clase de retoques y añadidos. Los elementos más relevantes de este análisis son:

-      La escena representa el momento dramático en que Jesús anuncia que uno de sus doce discípulos le traicionará, así como las distintas reacciones de éstos: unos se asombran, otros se levantan porque no han oído bien, otros se espantan y Judas retrocede al sentirse aludido.

-      A Jesús lo sitúa en el centro y hacia él convergen todas las líneas de fuga, destacando aún más al perfilarse contra el ventanal central rematado con un arco y separándolo de los apóstoles. A ambos lados de Jesucristo, aislados en forma de triángulo y destacados con colores rojo y azul, están los apóstoles, agrupados en cuatro grupos de tres, siguiendo un esquema de tríadas platónicas, de acuerdo con la escuela florentina de Ficino y Mirandola.

-      Analizando de izquierda a derecha, en la primera tríada se encuentran Bartolomé, Santiago el Menor y Andrés; en la segunda, Judas Iscariote con pelo y barba negras, Simón Pedro y Juan, el único imberbe del grupo; Cristo en el centro; en la tercera tríada, Tomás, Santiago el Mayor y Felipe, también sin barba; en la cuarta, Mateo (posibilidad de que fuera el retrato de Marsilio Ficino, un importante heterodoxo y amigo personal de Leonardo) aparentemente sin barba o con barba rala,, Judas Tadeo (posibilidad de que Leonardo se hubiera autorretratado) y Simón el Celote (la única figura con túnica blanca que vestían los cátaros, parece mostrar a Platón). En esta última tríada los tres personajes se encuentran dialogando por lo que se cree que se alude al diálogo filosófico que lleva a la verdad de Cristo. Todas estas identificaciones provienen de un manuscrito autógrafo de Leonardo hallado durante el siglo XIX.

-      Entre Pedro Simón y Judas Iscariote se ve una mano sosteniendo un cuchillo símbolo de la traición. Los dibujos preliminares de Leonardo (conservados en el castillo de Windsor, en Londres) y las copias posteriores de Tommaso Aleni de 1508 o la de Antonio da Gessate de 1506 demuestran que la mano y el cuchillo pertenecen a Pedro, según las investigaciones de la doctora Brambilla. Resulta pobre la teoría de que esto presagiara el arrebato que Pedro tendría en el monte de los Olivos, desde el punto de vista teológico. Tal vez Leonardo quiso reflejar algo más profundo como la lucha que se libraba en esa época entre los seguidores de Pedro (la Iglesia material, de Roma), y los de Juan (la Iglesia del espíritu, libre, que llevaban siglos predicando herejías como la cátara). Y es que Leonardo era seguidor de Juan, tal y como quedó patente cuando en 1483 entregó a los franciscanos de Milán una tabla para su altar mayor que no se ajustaba en nada a lo que le habían encargado. En esta primera versión muestra a María, al arcángel Uriel, a San Juan Bautista y a Jesús en una cueva durante su huída a Egipto sin su halo de santidad, señalando Uriel a Juan con el dedo indicando quién de los dos niños era el realmente importante. Los franciscanos y Leonardo litigaron durante años y terminaron obligando al artista a reelaborar su obra con algunos elementos nuevos (1492-1508). Según los Evangelios Jesús no empezó su vida pública hasta que el Bautista lo bañó en las aguas del Jordán. Leonardo decide pintarlo siempre con el dedo levantado hacia el cielo, queriendo decir que él, el Bautista llegó primero y es que fue incapaz de transmitir a los hombres sus enseñanzas espirituales, ayudándolo a ello, entonces, Jesús.

-      Los autores Clive Prince y Lynn Picknett en su libro “La revelación templaria” y Dan Brown en su novela “El código Da Vinci” afirman que la figura a la derecha de Jesús no es Juan, sino una figura femenina, más concretamente, María Magdalena. Además, de forma iconológica, en la novela, se alude a que el nudo que aparece en el lado derecho del mantel de la mesa, según vemos la pintura de frente, es el símbolo de  María Magdalena. Esta idea estaba reforzada en el color azul del hábito de San Juan que era común en las “Madonnas” pintadas en los siglos XV y XVI y en el extraño vacío que hay entre Juan y Jesús en forma de V, aludiendo a la forma genital femenina. Sin embargo, estas aseveraciones se realizaron antes de que la doctora Pinin Brambilla Barcilon terminara de restaurar esta obra en 1997 y quedaran al descubierto nuevas características que pasaron desapercibidos a aquellos autores como la pertenencia de la mano y el cuchillo a Pedro.

APRECIACIÓN PERSONAL.- Desde siempre la figura de Leonardo Da Vinci me ha fascinado por su amplia sabiduría y conocimiento en las artes y en las ciencias, por su increíble inventiva y por su enigmático arte. Esto es lo único que envidio, no el poder ni la fama, ni el dinero siquiera, el poseer inteligencia, sabiduría y conocimiento, ser creativo y dinámico es algo mágico y milagroso. Recomiendo esta lectura porque potencia, en mayor medida, la fascinación sobre el genio que fue y que sigue siendo Leonardo Da Vinci a pesar del tiempo transcurrido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 





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