Sinopsis.- Kwei-lan es la hija de la mujer principal del señor Hang. Tal y como establece la costumbre, está destinada a casarse con el hombre que tiene destinado por su familia desde que era pequeña. Este hombre se ha educado, durante doce años, en el extranjero. Al casarse con ella, deberá asumir que su mundo está cambiando y que la vieja generación y la nueva ya no piensan de igual manera.
Este libro está narrado en primera persona, siendo Kwei-lan la que le cuenta, a través del género epistolar, todas sus impresiones a su hermana, y a su vez, también a nosotros. Consta de dos partes: la primera narra desde el enlace matrimonial de Kwei-lan hasta el nacimiento de su hijo; la segunda parte se centra en la decisión del hermano de Kwei-lan de casarse con una extranjera y las consecuencias que esto supone, al no acatar la voluntad familiar de contraer matrimonio con la hija de los Li y contraviniendo, por ello, el sensato precepto del Gran Maestro: "El primer deber del hombre es atenerse a la voluntad de sus padres".
En China, a principios del siglo XX, todavía los matrimonios se conciertan cuando los niños nacen o son pequeños. Las niñas son instruidas según la costumbre para servir al marido y a la familia de éste, como por ejemplo, en lo concerniente a los deberes como nuera hacia la suegra: "levantarse con educación y permanecer de pie en su presencia; acompañarla al sitio de honor; enjuagar las tazas de té, escanciar la infusión y presentar la taza con gran cuidado, llevándola entre las palmas de la mano".
Kwei-lan ha aprendido a maquillarse con un poco de color rojo en los labios y polvos de arroz en la cara. Sin embargo, su marido, que ha vivido en el extranjero y ha conocido las costumbres occidentales, quiere verle una cara natural. De forma escandalosa y rompiendo la costumbre , decide trasladarse a vivir a una casa propia lejos del hogar familiar, quiere poner cortinas en las ventanas, no quiere que escupan en el suelo, coloca alfombras en el suelo...
Kwei-lan se lamenta de que su marido "trabaja desde por la mañana hasta la noche, como si en lugar de ser un rico heredero, fuese un obrero obligado a ganarse el arroz que se come". Esto nos recuerda a los siglos XVIII y XIX europeos, cuando el trabajo manual solamente estaba destinado a la clase baja.
En la primera parte del libro, Kwei-lan va a ir conociendo las opiniones y razonamientos de su marido sobre las costumbres y supersticiones chinas y ella aprenderá a entenderlo, además de quererlo. "Los antiguos dogmas se derrumban" le dice su marido, cuando ambos comentan la decisión del hermano de ella de casarse con una extranjera, una americana, María, rompiendo así el compromiso con la mujer que le estaba destinada.
En el aspecto puramente manual, a lo largo del libro se nos relata que las mujeres realizan labores tales como el bordado. Así, Kwei-lan se sorprende de ver que la mujer extranjera sabe bordar y, además, se siente abrumada por "la curiosa cajita de metal en que introducía la yema de su dedo" comparándola con "algo muy distinto de nuestros dedales, constituidos por un anillo apropiado al dedo medio".
La edición de este libro es antigua aunque el año no lo he podido averiguar ya que no aparece por parte alguna del mismo. La traducción es bastante pobre, obedece a los años propios en que se realiza. Sin embargo, la esencia y el mensaje de la autora lo podemos captar perfectamente. Recomiendo su lectura. Nos acercará a la cultura oriental, la cual, está empezando a despertar de su letargo milenario.