Sinopsis.-
Newland Archer es un joven que pertenece a una de las mejores familias
neoyorquinas que, para mantenerse ocupado, se dedica a la abogacía. Después de haber
disfrutado de su juventud ha decidido sentar la cabeza y se compromete con May
Welland cuya familia es una de las más importantes y adineradas de Estados
Unidos. Su presente y su futuro se tambalean cuando aparecen en la vida de la
alta sociedad neoyorquina la condesa Olenska, prima de su prometida, descrita
como una mujer de espíritu libre, hastiada de los convencionalismos de su clase
social. Tras abandonar a su esposo en extrañas circunstancias, la condesa pide
ayuda a su familia para solicitar el divorcio. Sin embargo, la familia trata de
evitar el escándalo y la disuaden. Newland es el único que la apoya y la ayuda,
sufriendo en silencio al haberse enamorado de ella.
CONTEXTO HISTÓRICO.-
La historia se desarrolla en la ciudad de Nueva York, en la década de 1870. La
autora, como miembro perteneciente a la clase social que describe en esta
novela, pretende indagar en las contradicciones de la sociedad neoyorquina
cuyas normas tienden a elevar al máximo la honestidad y la discreción, el
consabido decoro, de la clase predominante y aristocrática. Y es que “Nueva
York estaba dividida desde los orígenes del recuerdo humano en dos grupos
fundamentales: los Mingott y Manson y todo su clan que se preocupaban de la
comida, la ropa y el dinero, y la tribu Archer-Newland-Van der Luyden, devota
de los viajes, la horticultura y la mejor novelística, que despreciaba otras
formas más groseras de placer”.
AUTOR.-
Edith Wharton, de soltera Edith Newbold Jones,
Nueva York, 24 de enero de 1862-Saint-Brice-sous-Forêt, Francia, 11 de
agosto de 1937. Escritora y diseñadora estadounidense. Nació en una familia
rica que le proporcionó una sólida educación. Escribió novelas y relatos que
destacaron por su humor irónico y carácter incisivo.
En
1907 se estableció definitivamente en Francia donde fue discípula y amiga de
Henry James. Durante la Primera Guerra Mundial trabajó para la Cruz Roja con
los refugiados por lo que el gobierno francés le concedió la Cruz de la Legión
de Honor.
Otras
de sus obras son: “El valle de la decisión” (1902) novela histórica, “La casa
de la alegría” (1905), “Ethan Frome” (1911), Fighting France: from Dunkerque to
Belfort (1915) ensayo, “El libro de los sin techo” (1916), “Las bucaneras”
(1938, versión incompleta. Quedó inconclusa en el momento de su muerte. Marion
Mainwaring terminó la historia en 1933, tras estudiar las notas y la sinopsis
que Wharton dejó escritas), “La solterona” (1921), “Reflejos de luna” (1922),
“Un hijo en el frente” (1923), “La renuncia” (1925), “Sueño crepuscular”
(1927).
ESTILO.-
Lo que caracteriza las novelas de Edith Wharton es la ironía, al igual que la
profundización psicológica de sus personajes. Debido a que pertenecía
socialmente a la clase alta de Nueva York, poseía gran conocimiento de sus
miserias, debilidades y costumbres. Así, en esta novela y en “La casa de la
alegría”, plasmó de manera fehaciente la estrechez de miras y la ignorancia de
la alta sociedad neoyorquina, utilizando para ello la ironía, el vocabulario y
la dicción propios de esta clase social.
Esta
novela fue publicada en 1920 y ganó el Premio Pulitzer al año siguiente.
La
autora elige a un hombre como protagonista y estudia y plantea su psicología,
tal como haría la mismísima Jane Austen. El estilo narrativo está lleno de
descripciones que nos revelan con claridad la situación en cada momento, sin
saturar al lector y, haciendo que la lectura sea amena y ágil. Este libro
consta de 395 páginas y está dividido en treinta y cuatro capítulos agrupados
en dos libros.
En
cuanto a los personajes, el que se me revela con gran sorpresa es el de May Welland,
descrita como “esposa convencional y
mojigata”. Y es que nada más allá de todo eso, ya que, de forma inteligente y
sin escándalos, maneja la situación con astucia luchando por lo que quiere.
El
personaje principal masculino, Newland Archer, mantiene una postura
incoherente: critica a aquellos hombres casados que tienen amantes, aunque él
le pide a la condesa Olenska que lo sean porque considera que su situación es
diferente al resto. No es ningún héroe. Es delicado y sensible respecto a la
situación de la condesa Olenska aunque, en el fondo, no deja de ser vulgar.
La
condesa sí es la heroína: es quien ha pedido el divorcio, signo de lucha y
rebelión, viaja sola de una ciudad a
otra. La autora no pretende mostrarnos las razones que ha tenido la condesa
para pedir el divorcio o cuáles son los motivos de su infelicidad. Sin embargo,
sin pretenderlo, será la comidilla de la sociedad al realizar todo aquello que
“no es propio del decoro” y que se ha establecido como regla inquebrantable.
Así, en la página 85 se narra que “En los salones neoyorquinos no era costumbre
que una dama se levantara, separándose de un caballero, para buscar la compañía
de otro. La etiqueta exigía que esperase, inmóvil como un ídolo, mientras los
hombres que deseaban conversar con ella se sucedieran uno a otro lado”.
Se
alude a la infidelidad del personaje Beaufort con su esposa y a la deshonra
financiera que había llevado a la familia de su esposa por especulaciones
ilegales pues “La Nueva York de Archer toleraba la hipocresía en las relaciones
privadas; pero en asuntos de negocios exigía una limpia e implacable honestidad”
(pág. 289).
Los
personajes secundarios, Mr. Sillerton Jackson, una autoridad reconocida en
materia de “familias” y Mr. Lawrence Lefferts, otra autoridad en cuestión de
“formas”, reflejan a la perfección el tipo de personajes que se movían en el ambiente
de las ricas fortunas y lo que sus
componentes percibían respecto de los demás, por ejemplo cuando en la página 83
se señala que “[…] se decepcionó porque su figura no tenía demasiado estilo…
pues el estilo era lo que Nueva York más valoraba”.
Otro
personaje, Jules Beaufort, transgrede las normas sociales en cuanto a que había
tenido la audacia de colgar el “Amor victorioso” un polémico desnudo de
Bouguereau en su salón para que todos sus invitados lo pudieran contemplar.
El
final de la novela se nos revela cuando han transcurrido treinta años, Newland
ya es libre porque su esposa ha fallecido y sus hijos son mayores. Se presenta
la ocasión de reencontrarse con la condesa Olenska, sin embargo, reflexionará y
tomará una gran decisión.
En
este libro encontramos continuas referencias a escritores y obras literarias,
la llamada metaliteratura. Se alude a Medora Manson que había inaugurado un
“salón literario” (pág. 125), a la obra “Middlemarch”, a Alphonse Daudet, a
Herbert Spencer. Sin embargo, la alta sociedad neoyorquina considera a los
escritores fuera de su clase social, considerando que “el barrio bohemio estaba
ocupado por «gente de esa que escribe»”. Newland recibía con frecuencia pedidos
de libros y cuando pensaba …….(pág. 126) “sabía que existían sociedades donde
los pintores, los poetas, los novelistas y los hombres de ciencia, e incluso
los grandes actores, estaban tan solicitados como los duques; con frecuencia se
había imaginado lo que habría sido vivir en la intimidad de salones dominados
por la conversación de Merimée […], de Thackeray, de Browning o de William
Morris. Pero semejante cosa era inconcebible en Nueva York, y pensar en ello
resultaba embarazoso”. Solamente Ellen percibe el ambiente artístico en toda su
amplitud, encontrado su propio bienestar en “las oscuras profundidades en la
que prevalecían las Blenker y la “gente de esa que escribe” convirtiéndose ella
misma en “bohemia” a los ojos de todos.
APRECIACIÓN PERSONAL.-
La novela me ha encantado, he disfrutado de su lectura. Para saborear la
historia plenamente he visto, de forma paralela, la película homónima que
dirigió Martin Scorsese en 1993, en los papeles principales con Daniel
Day-Lewis, Winona Ryder y Michelle Pfeiffer. La película no la vi en su momento
y, la verdad, no me ha gustado, esperaba más de ella.
Pág.
53. En referencia a Mrs. Archer y su hija se dice que “En límpida armonía de
gustos e intereses, cultivaban helechos en grandes macetas, hacían macramé,
encajes y bordados de lana sobre lino, coleccionaban ropa almidonada de tiempos
de la revolución americana […]”
Pág. 61. “[…] mientras los caballeros fumaban en la
planta baja, se sentaron junto a una lámpara Carcel de globo grabado, la una
frente a la otra, a ambos lados de una mesa de traajo de palisandro con una
bolsa de seda verde debajo, y se pusieron a coser a ambos extremos de una tira
de tapizar floreada, destinada a adornar alguna silla de la sala de estar de la
futura señora de Newland Archer”.
Pág.
112. “Mrs. Archer sacó sus bordados de la cesta donde los había metido
precipitadamente […]”.
Pág.
324. “Viendo que Archer había elegido historia, fue a buscar su cesta de labor,
acercó un sillón a la lámpara de estudio de pantalla verde y descubrió un
almohadón que estaba bordando para el sofá de su esposo. No era buena
costurera; sus manos, grandes y hábiles, estaban hechas para la equitación, el
remo y las actividades al aire libre. Pero, dado que otras esposas bordaban
almohadones para sus maridos, no deseaba omitir este último eslabón en la
cadena de su devoción”.
Pág.
329. “No había ni libros ni periódicos a mano, ni evidencia alguna de labores
femeninas; la conversación había sido desde siempre el único entretenimiento de
Mrs. Mingott, y estaba por encima de fingir un interés por el trabajo de
aguja”.
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